lunes, 9 de diciembre de 2024

La Cosecha Oscura

 Apenas estaba amaneciendo, el sol asomándose por el horizonte, cuando Marla salió de su pequeña cabaña de madera. Observó el campo de trigo que se extendía frente a ella, meciéndose con la suave brisa. Las tierras cercanas a Bosqueterno eran muy fértiles, la vida bullía en ellas, y los aldeanos siempre habían creído que era todo gracias a las bendiciones que los druidas habían invocado en el bosque hacía siglos. Los árboles de Bosqueterno eran excepcionalmente altos, y se alzaban oscuros a lo lejos, recortándose contra el cielo azul. Marla siempre sentía escalofríos al mirarlos, había algo en ellos, algo antiguo y arcano. Pero hoy la sensación era distinta.

Al caminar por el campo, notó una mancha oscura en el suelo, una franja donde el trigo se había podrido, y había dejado de crecer. Se puso de rodillas para comprobar el suelo, y metió los dedos en la tierra. La sintió extrañamente fría, y seca, como si la vida misma hubiera sido arrancada de aquel lugar.

—¿Qué está pasando? —susurró para sí misma, sintiendo cómo el vello se le ponía de punta.

El suelo de esa franja de tierra, árido y quebradizo, contrastaba enormemente con el resto de la granja, y de los alrededores. Marla había trabajado allí desde que tenía uso de razón, era la granja familiar, y jamás había visto algo así u oído historias al respecto. Aunque la proximidad a Bosqueterno siempre la había inquietado, como si una presencia silenciosa observara desde la distancia, como una especie de guardián, nunca había tenido esta sensación. Esto parecía una advertencia, un recordatorio de algo. Pero no tenía ni idea de qué.

Aquella noche, después de pasar el día trabajando como de costumbre, Marla se sentó frente a la chimenea para entrar en calor mientras descansaba, su mente ocupada en lo que había visto aquella mañana. Se dijo que comprobaría el terreno al alba, tal vez se tratase de algo temporal, o quizá el invierno empezaba pronto a afectar a sus cultivos...

Sin embargo, a medianoche, un sonido extraño y estridente la despertó de un agitado sueño. Era un sonido suave pero intenso, como el roce de un montón de hojas secas movidas por un fuerte viento en otoño, aunque con una cadencia antinatural. No hubiera sabido explicarlo. Marla se levantó de la cama, se puso su capa y cogió la lámpara de aceite, encendiéndola con manos temblorosas. Al salir, sus ojos se dirigieron al campo, siguiendo aquel extraño sonido que ahora sonaba como un gemido distante y patético, algo casi humano pero incomprensible.

Cuando llegó a la franja de tierra que tan inquieta la tenía, su lámpara iluminó una figura oscura, apenas visible, una silueta encorvada que caminaba lentamente entre los cultivos podridos. Un olor nauseabundo impregnaba el aire, haciéndolo denso y desagradable de respirar. Marla contuvo el aliento y se acercó con mucho cuidado. Vio que el suelo alrededor de la figura era todavía más árido y seco que antes, como si la criatura absorbiera todo remanente de vida que hubiera a su alrededor. Pudo ver cómo, en segundos, una planta moría y se secaba al contacto con aquel ser.

—¿Qu... quién anda ahí? —preguntó Marla, asustada, con la voz temblorosa y entrecortada.

La figura se detuvo y, muy despacio, giró al cabeza hacia ella. Lo que vio Marla en ese momento casi hace que se desmaye. Su mente empezó a dar vueltas y se sintió desorientada por unos momentos. Era un hombre, o lo que quedaba de él. Su piel era prácticamente translúcida, y su mirada se había vaciado, como si le hubieran arrancado el alma. Su cuerpo lo cubría una túnica hecha jirones, y en sus manos sostenía con mucho cuidado una ramita seca y delgada, torcida, como si fuera un símbolo de algo.

El casi-hombre miró a Marla a los ojos, y ella se estremeció, y habló.

—Bosqueterno... ha cambiado... —dijo, con una voz siseante y débil, como si cada palabra le doliera al pronunciarla, quitándole la poca energía de que disponía—. Las raíces... se retuercen y se mezclan, se pudren y se secan. El bosque... sufre.

Marla dio dos pasos hacia atrás, sintiendo un frío antinatural bajar por su espalda. La criatura parecía absorber la vida de su granja, y con cada paso que daba, el suelo se volvía gris, como de ceniza, desprovisto de todo atisbo de vida. La criatura se acercaba a Marla y ella, sin saber qué hacer, levantó la lámpara, rezando a Luz y a Vida para que la protegieran.

—No quiero problemas —murmuró—. Solo quiero cuidar de mi granja, ¿por qué estás aquí?

El ser no dio ninguna respuesta. Su mirada vacía se centró en ella, y un galimatías incomprensible se escapó de sus labios. Marla se dio cuenta entonces de que aunque la criatura movía los labios, la voz no provenía de su boca o sus pulmones, parecía ser transportada por un eco lejano de algún otro lugar.

—El bosque... —susurró, como si estuviera repitiendo una advertencia de alguien más —. Bosqueterno... ya no es lo que era.

Antes de que Marla pudiera decir una sola palabra más, aquella cosa se detuvo. Sus manos comenzaron a temblar, un temblor que poco a poco se extendió por todo su cuerpo, y en unos segundos todo él temblaba violentamente. Marla cerró los ojos de terror en el momento justo en que la criatura se empezó a desmoronar, convirtiéndose en un polvo gris parecido a la ceniza, que el viento esparció por todas partes. El campo quedó en silencio, y al temperatura descendió todavía más, como si el espíritu de aquella cosa se hubiera expandido en el aire.

Marla regresó a su cabaña, y no consiguió descansar en el resto de la noche, las palabras de aquella criatura repitiéndose en su mente, la imagen del ser deshaciéndose clavada en su retina. ¿Bosqueterno había cambiado? ¿A qué se refería? Sentía algo, algo oscuro y profundo, un presagio se apoderó de su alma.

Al amanecer volvió a salir al campo de trigo, esperando verlo todo cubierto de aquella extraña ceniza. Sin embargo, se llevó una sorpresa cuando vio que, en el lugar en el que la criatura había desaparecido, encontró una nueva planta, una que no había visto jamás. Se trataba de una flor de pétalos oscuros, casi negros, que parecían absorber la luz en lugar de reflejarla. La flor se alzaba en medio de la tierra muerta y quebradiza. 

Aún con el miedo agarrado a su pecho, Marla no pudo evitar sentir curiosidad y se acercó. Al tocar uno de sus pétalos, una visión se formó en su mente, una imagen tan realista que la hizo tropezar y caer hacia atrás, jadeando.

Vio las raíces de Bosqueterno retorcerse como había descrito aquella criatura de pesadilla, vio los árboles pudrirse y secarse hasta quebrarse, cayendo en mitad del bosque. Escuchó voces antiguas y oscuras que no entendió, y vio figuras moverse rápidamente entre la maleza, persiguiéndola, vigiándola en la oscuridad.

La visión se desvaneció, dejándola mareada y temblando. Marla miró la flor con desprecio y se apartó despacio. Aquella planta no era natural, era un aviso, una señal de que algo oscuro se estaba gestando en aquel antiguo bosque. Algo que amenazaba la vida misma del bosque, y fuera de él.

Marla decidió no trabajar en el cultivo afectado desde aquel día, y no se atrevió a volver a tocar la flor para arrancarla. Tampoco se acercó a tocar la tierra muerta y seca. Los rumores sobre el misterioso cambio de Bosqueterno se empezaron a extender entre los aldeanos, y algunos de ellos contaban cómo sus cultivos habían empezado a pudrirse sin explicación.

Desde aquella extraña noche, Marla nunca dejó de sentir que algo en el bosque la vigilaba, y cada vez que dirigía su mirada a los altos y oscuros árboles, hacia las sombras de Bosqueterno, sentía cómo éste le devolvía la mirada. Escuchaba una voz siseante en su mente, recordándole la advertencia de aquella criatura: Bosqueterno ha cambiado...

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